El pasado no impide volver a formar una pareja

A pesar de los sinsabores, los fracasos, los recuerdos, la rutina y los cambios que vienen dados por la actualidad misma, seguimos buscando formar una pareja. Pero, ¿por qué? ¿Hay algo en nosotros que nos lleva a ello? ¿Es el ADN, la sociedad o ambos? 
El pasado no impide volver a formar una pareja
Marcelo R. Ceberio

Revisado y aprobado por el psicólogo Marcelo R. Ceberio.

Escrito por Marcelo R. Ceberio

Última actualización: 01 febrero, 2022

A pesar de parejas fallidas y decepciones que podamos haber vivido en el pasado, los seres humanos siempre intentamos volver a formar una pareja, como si esto fuese parte de un plan prefijado por la biología y la sociocultura. ¿Alguna vez has pensado en ello? Reflexionemos al respecto a continuación.

A lo largo de la historia de la humanidad han habido múltiples cambios en el modelo de pareja, por no decir incontables. Esta viene a ser una de las razones por las que hoy en día sabemos que las dinámicas de pareja no son del todo iguales a las de hace cincuenta o incluso cien años atrás.

Sin embargo, los cambios no han sido radicales. Se podría decir que las modificaciones evolutivas en la pareja distan poco en cuanto a estructura y rutina. 

Pareja bailando en la playa

Formar una pareja ahora no es igual que hace 50 años, ¿o sí?

Después de haber pisado suelo firme hace cincuenta años atrás, la posmodernidad ha traído aparejada la inestabilidad y la inseguridad afectiva, y con ello sacudido las estructuras de pareja y familia. Todo ello, bajo el paradigma lineal positivista.

La actualidad es una época de cambio de paradigma. Por ende, las ideologías, las reglas sociales y familiares, las creencias, la forma de organización en la vida humana, los criterios de verdad, objetividad, racionalidad y realidad no dejan de ser cuestionados. Por ello, la posmodernidad no solo llevó a un cambio teórico sino a modificaciones en formulismos pragmáticos. A su vez, esto acarreó diferentes impactos sobre la estructura de la familia y la pareja.

Cuando pensamos en la familia o reflexionamos acerca de la pareja, esto nos lleva a preguntarnos cuestiones como: cuál será el rumbo de estas estructuras, hacia dónde vamos, cuál es el modelo que tendemos a construir a la hora de formar una pareja, cuáles son los caminos y múltiples vías para llegar a un modelo posmoderno de la pareja, etc.

La respuesta a todas estas interrogantes no sería fija porque los patrones de la constitución de la pareja son un gerundio, es decir, que las conformaciones de las parejas y las familias están en movimiento permanente. 

Hoy en día hay distintos modelos de pareja y también de familias

En el marco de los últimos cincuenta años, el concepto de pareja se ha modificado notablemente. La existencia del divorcio ha generado dos y tres vueltas en el amor de pareja y ha generado nuevos tipos de familias.

Hoy en día, hay nuevos modelos de parejas y familias con diversas características. Por ejemplo, hay matrimonios que no comparten la misma habitación, sino que cada quien tiene la suya, dentro de la misma casa; hay parejas que tienen sus propias restricciones sobre la cantidad de hijos y hay personas solteras que han conseguido tener hijos gracias a la biotecnología, sin que haya sido necesario pasar por un proceso previo de consolidación de pareja.

La fractura del sexo para lograr la reproducción y la realización del sexo por placer con métodos de anticoncepción muestran una sexualidad no ligada al embarazo en la sociedad actual. Esto, inevitablemente, conlleva a modificaciones en la concepción filosófica de la pareja.

Actualmente, es posible ver a menudo cómo alguien desea casarse y ser feliz, pero no solo por la posibilidad de reproducirse y crear una familia, sino también para amar y tener una buena sexualidad. Así, el deseo amoroso y el sexo por el sexo mismo cobran una vigencia de alto estatus en las relaciones de pareja.

Y como es de esperar, todos estos factores muestran considerables cambios de estructura en la pareja.

Pasan los años… ¿y qué? El apocalipsis o el reencuentro

En el transcurso de su vida, el ser humano vive diferentes experiencias. En una pareja, sus integrantes pasan años juntos y acumulan recuerdos.

El cerebro almacena gran cantidad de información y selecciona de la experiencia lo que va a recordar y ese material se aloja en la memoria (responsabilidad del hipocampo, que hace que asociemos y le otorguemos sentido a las diferentes alternativas de la situación). Por ello, siempre tendemos a recordar lo positivo y segmentarlo de lo negativo, tal cual dice el dicho popular: “todo tiempo pasado fue mejor”.

La convivencia en una pareja es un proceso complejo que precisa paciencia, generosidad, tolerancia y capacidad de adaptación, además de amor. Por supuesto, el amor es la satisfacción de muchas fantasías, pero la convivencia implica trabajo, aprender a soportarse el uno al otro, tratar de conjugar dos personalidades distintas a fin de convivir y si así lo acuerdan, procrear juntos.

Pasan los años y llegan la madurez, las cargas domésticas, los problemas laborales, la crianza de los hijos… aspectos que introducen elementos de separación entre los miembros de la pareja. La rutina y el cansancio enfrían la fogosidad sexual de los primeros tiempos, distanciando los encuentros sexuales. Además, el vigor de los años jóvenes decae y muchas otras cosas ocupan los pensamientos de forma que, progresivamente, casi sin percatarse de ello, disminuye la apetencia por la pareja.

Son muchas las parejas que viven compartiendo una sexualidad escasa y sin vinculación a las demás actividades de cada uno. Se resignan y mantienen una vida aburrida, en lo que respecta a lo conyugal, y se refugian en salidas con los nietos y otras parejas, activando de esta manera la vida social, pero a costa de una conyugalidad paupérrima. Otras optan por separarse, pero la separación es un recurso que es sucedáneo al no establecer un recontrato marital.

Pareja hablando de la relación

Después de tantos años, experiencias y recuerdos, ¿siguen allí las ganas de formar una pareja o convivir?

En general, las parejas que llevan muchos años juntas, una vez al año pueden sentarse a discutir y repensar la pareja: ella no es la que era y él no es quien era o creyó ser y hay que actualizarse.

Si la pareja decide separarse debe atenerse al hecho de que los procesos de separación son un fenómeno complejo en los que se desarrollan diferentes complicaciones relacionales, como alianzas, coaliciones, agresiones, etc. Las parejas acumulan diferentes resabios relacionales problemáticos que estallan en el momento posterior a la separación, dificultando acuerdos.

A pesar de llevar la antesala de la separación o el divorcio, tengamos en cuenta que aproximadamente el 80 % de los separados se vuelven a casar y el 60 % de estos nuevos matrimonios incluyen un hijo viviendo con uno de los cónyuges.

Estos porcentajes señalan que, de alguna manera, los residuos del pasado, muchos de ellos traumáticos, no desalientan a volver a intentar una vida en pareja. Esto también hace pensar que continuamos apostando por la pareja, es decir, que las expectativas de un nuevo amor triunfan sobre las experiencias pasadas de los desencuentros amorosos. Por lo tanto… no todo está perdido. El pasado no necesariamente impide volver a formar una pareja.


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