La introversión no es una enfermedad

La introversión no es una enfermedad
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Equipo Editorial

Última actualización: 06 agosto, 2023

Todos los días un gran porcentaje de la sociedad es pasada por alto y subestimada. Es hora de hablar de los introvertidos.   Empecemos por definir quiénes son introvertidos. La introversión se trata de una mayor comodidad en situaciones o contextos tranquilos, con poco estímulo externo. Los extrovertidos, por el contrario, necesitan mayores niveles de estimulación para sentirse mejor. El estímulo puede ser interpretado en varias formas; estimulación social, pero también el ruido, las luces, el movimiento, etcétera. El que es introvertido siempre va a disfrutar más de tomar algo tranquilo con un amigo íntimo, que de estar en una fiesta ruidosa llena de extraños.

Hay que no confundir introversión con timidez. La timidez implica un miedo al juicio externo negativo, mientras que la introversión es simplemente la preferencia por un ambiente con menos estimulación. La timidez siempre va a ser algo incómodo, ser introvertido no.  Si ser introvertido no es algo incómodo, entonces ¿por qué tanta gente lo ve como algo malo? O intentan cambiarlo, o curarlo. ¿Por qué la preferencia por la tranquilidad o por la poca estimulación se prejuzga como algo negativo?   Si nos ponemos a pensar y hacemos memoria, dicho pseudo-absolutismo viene desde que somos pequeños. Desde niños siempre se vio mal a aquel que prefiriera la tranquilidad o el estar a solas por sobre todo el ruidaje o aglomeración de personas.

Ser extrovertido o preferir la acción grupal a la individual no está mal, pero tampoco lo está ser introvertido. Como sociedad nos encargamos de establecer lo contrario. Nuestra sociedad premia al ser extremadamente social o extrovertido ante cualquier otra cosa, inclusive ante las buenas ideas.   Susan Cain, autora que ha profundizado en este tema de la introversión, dice que “hay cero correlación entre el que conversa mejor o más y el que tiene mejores ideas”. Según cuenta Cain, más de un tercio de la población es introvertida, pero muchísimas de esas personas intentan pasar por extrovertidas, porque la sociedad así se lo demanda.

El problema para Cain es que cualquier persona que intente pasar por algo que no es, pierde una parte de sí mismo en ese proceso. Y en este caso lo que está perdiendo es su real sentido de cómo pasar el tiempo. Una gran parte de los introvertidos terminan haciendo constantemente actividades en las que no se sienten cómodos, o ante las cuales preferirían hacer otras cosas, como yendo a una fiesta en lugar de quedarse en sus casas leyendo un libro.

Ser introvertido no se trata de ser anti-social, una persona introvertida puede ser igual o más amigable que otra que disfruta muchísimo todos los estímulos antes mencionados. Es hora de que entonces como sociedad dejemos de pretender algo de aquellos que no disfrutan de eso, y a aceptarlo. Es un rasgo más de la personalidad, y debe ser aceptado como tal. La introversión no es una enfermedad.   Fotografía cortesía de: Jon Clegg


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